Hace una semana comencé a ver “Stutz” en Netflix. Ya era tarde y tenía sueño, por lo que preferí pausar y volver cuando tuviera la mente más fresca y tiempo suficiente para verla completa. Pero en los primeros 15 minutos que vi, me gustó tanto lo que vi, que no pude evitar comprarme «The Tools», un libro de la coautoría de Phil Stutz y otro psicoterapeuta, llamado Barry Michels.
Es un libro pequeñito y de fácil lectura, así que lo terminé rápidamente. Me impactó tanto que quise venir a compartir un poco de lo que ahí encontré y cómo lo relaciono con la astrología. Confieso que apenas estoy por poner en práctica las herramientas como tal, pero las fuerzas superiores a las que aluden las herramientas son fuerzas que he podido experimentar directamente y aunque hay un par de puntos que veo distinto a Stutz, en términos generales me parece una aproximación muy sabia y constructiva.
Les recomiendo mucho leer el libro para que cuenten con las herramientas que ahí se presentan para conectar con las fuerzas superiores que nos ayudan a transformar nuestra vida para mejor.
En este texto, voy a presentar cada una de las fuerzas superiores que se mencionan en el libro y cómo las relaciono con la astrología. Si quieren saber más, vayan a leer el libro y por favor compártanme sus experiencias, ya sea usando las herramientas, o con las fuerzas superiores.
Las fuerzas superiores
Una de las premisas generales del libro es que en el mundo operan fuerzas superiores que nos ayudan a desarrollar nuestro potencial para vivir vidas más plenas y felices. Estas fuerzas operan de formas misteriosas, pero hay formas en las cuales podemos conectar con ellas.
Cuando conectamos con las fuerzas superiores, descubrimos que somos capaces de muchas más cosas de las que habríamos imaginado y que podemos asumir la responsabilidad de nuestra vida y reclamar nuestra agencia como creadores de realidad. Descubrimos que podemos vivir mejor, más felices y tener resultados que nos resulten más satisfactorios.
Hay algunas de estas fuerzas que se nos presentan como gracia divina o cósmica y otras que dependen de nosotros. Todas ellas podemos cultivarlas y nutrirlas para que florezcan como una segunda naturaleza en nosotros.
Aunque cada uno de nosotros en determinados momentos y contextos de nuestra vida tenderemos a necesitar más de alguna fuerza que de otra, como seres humanos, podemos beneficiarnos enormemente si sintonizamos con todas las fuerzas superiores y si aprendemos a reconocer cuando nos hace falta alguna, como antídoto a patrones mentales, emocionales o de conducta que tiendan a anclarnos, a esclavizarnos y a robarle a nuestra vida el potencial que tiene de ser vivida como un regalo, con gozo y plenitud.
Las fuerzas superiores que se describen en el libro son:
- La fuerza superior del «movimiento hacia adelante»
- La fuerza superior de la «efusión»
- La fuerza de la «auto-expresión»
- La fuerza de la «fuente»
- La fuerza de la «voluntad»
Para que las fuerzas superiores puedan fluir en nuestra vida necesitamos fe en ellas y practicarlas, para así estrechar nuestro vínculo con ellas. Veamos cada una de ellas y su correlación astrológica.
La fuerza del movimiento hacia adelante
La fuerza del movimiento hacia adelante podemos entenderla como el impulso a la acción. Es la fuerza que nos ayuda a avanzar, incluso a pesar del miedo. Es la fuerza que nos permite salir de estados y situaciones de atascamiento.
Mientras leía sobre esta fuerza y evocaba los momentos de mi vida en que he conectado con ella, encontré una clara correlación con la energía de Aries.
Aries es el domicilio de Marte y la exaltación del Sol. Aries es el exilio de Venus y la caída de Saturno. Estas clasificaciones nos ayudan a entender mejor cómo opera esta fuerza.
Como tal, la fuerza que nos impulsa a movernos, a luchar, a abrirnos camino en el mundo, a ser valientes y a afirmarnos, es la fuerza de Marte. Para que esta fuerza funcione de la mejor manera, necesita conectar con la confianza, la autenticidad y el honor del Sol.
Cuando nos sentimos atorados, necesitamos una visión clara, conexión con lo que deseamos, foco en un objetivo determinado y confianza en nosotros mismos y en la vida. Esto no implica que siempre obtendremos lo que queremos, ni que siempre todo saldrá bien, pero nos asegura mantenernos en movimiento y si somos honestos y receptivos, aprendizaje.
Cuando nos sentimos atascados, nuestros peores enemigos pueden ser el miedo, la duda neurótica, la desconfianza, la culpa, la vergüenza o la parálisis. Estos son temas de Saturno. Aunque Saturno tiene cualidades maravillosas e incluso puede ayudar a templar el exceso de Aries, sus cualidades más oscuras o debilitantes no nos ayudan cuando lo que necesitamos es avanzar.
En la vida no siempre necesitamos estar avanzando, esto nos lo recuerda Saturno, así como Venus y la Luna. Hay momentos para actuar y momentos para pensar; momentos para hacer y momentos para descansar; momentos para producir y momentos para disfrutar; momentos para lograr y momentos para sólo estar.
La fuerza superior del movimiento hacia adelante no pretende que estemos en un perpetuo movimiento frenético, sino que acudamos a ella cuando hemos excedido la pasividad, la pereza, la duda, el miedo o en términos generales, la inacción.
El exilio de Venus en Aries es también revelador sobre lo que ocurre con esta fuerza. Así como cuando la necesitamos es porque nos hemos excedido de Saturno, otra de las variables que nos impide avanzar, es que no queremos sentir incomodidad. Es decir, nos estamos excediendo de Venus.
Tomar esa decisión, tener esa conversación, iniciar esa acción probablemente implica algo que al menos de entrada no nos causará placer, sino incomodidad, malestar, incluso quizá dolor. Pero sin tener que volvernos masoquistas, ni asumir que sólo del dolor se pueden sacar cosas buenas, muchas veces cuando estamos paralizados, tenemos que espabilarnos y reconocer que no necesitamos estar cómodos todo el tiempo, que no tiene sentido esperar que alguien más venga a hacer lo que no queremos y que no todo lo que hacemos tiene que ser divertido, ni placentero, pues también hay cosas que tenemos que hacer.
De alguna forma, el exilio de Venus y la caída de Saturno se evidencian pues muchas veces, cuando nos resistimos a hacer algo o lo evadimos, es porque estamos dando primacía a la comodidad inmediata y estamos negándonos a ver el bienestar a largo plazo.
Por ejemplo, es infinitamente más cómodo quedarse tirado en el sillón, comiendo porquerías que hacer siquiera un breve entrenamiento de 15 minutos (a menos que hayamos desarrollado el hábito de entrenar), pero aunque en el momento parezca mejor idea, 5, 10, 20 o 30 años después nos tocará darnos cuenta de las consecuencias de no darle a nuestro cuerpo el más básico cuidado. E incluso sin esperar tanto, aunque no nos demos cuenta, al favorecer la inactividad excesiva, nos estamos robando de vitalidad y fortaleza hoy, no sólo más adelante.
La fuerza del movimiento hacia adelante es la que nos ayuda a vencer la resistencia de quedarnos en lugares y situaciones que no nos gustan, pero nos resultan cómodas o sobre las que nos da miedo asumir responsabilidad.
La fuerza de la efusión
La fuerza de la efusión es la fuerza del amor, la fuerza del perdón, la fuerza de la confianza en la vida y en que hay un bien mayor que nos cuida.
Esta fuerza evoca en mí la energía de Piscis. Piscis es el domicilio nocturno de Júpiter y la exaltación de Venus. Es el exilio y la caída de Mercurio.
Mientras leía sobre esta fuerza, me pareció que es el remedio que contrarresta el exceso de Saturno y de Marte, que Mercurio cataliza.
Es decir, esta fuerza nos conecta con el reconocimiento de que hay un bien mayor y que mientras más sintonicemos con el amor, más podremos reconocerlo. Acá hay una clara correlación con Júpiter y a Venus.
Y lo que nos separa de ella es nuestra cabezota. Son esas ideas que tenemos sobre el mundo, sobre la vida, sobre los demás y sobre cómo las cosas “deberían de ser”. Cuando queremos explicar todo con la razón, hay una dimensión de la experiencia que se difumina, se diluye y eventualmente desaparece de nuestro campo de experiencia.
Cuando exigimos una explicación lógica cuando ésta no es pertinente, podemos volvernos ciegos a la magia y al amor que está ahí siempre, dentro y fuera de nosotros. Desde ahí, es más fácil conectar con el exceso de Saturno que nos hace ser desconfiados, incluso maliciosos, por sentir que necesitamos protegernos; o con el exceso de Marte, que nos hace querer venganza o caer en actitudes destructivas.
Y nuevamente esto no quiere decir que no haya situaciones en la vida que demanden un estado de alerta, defensivo y en ocasiones incluso ofensivo. Pero la magia de esta fuerza es que incluso en esas situaciones, podemos relacionarnos de forma más competente con ellas cuando nos movemos desde la calma de un centro estable y claro, en vez de hacerlo desde la inseguridad y el desborde de nuestras pasiones.
Cuando alguien nos ofende, es fácil dejar de verlo como humano. Y cuando dejamos de ver al otro como humano, dejamos de relacionarnos desde un espacio que permita la conciliación, el entendimiento y la genuina resolución del conflicto.
Una vez más, no se trata de tolerar en nuestra vida a personas o situaciones que nos sean detrimentales, pero sí de aprender a poner límites sin tener que hacerlo desde el odio, el desprecio, la ofensa o la violencia innecesaria.
Cuando nos movemos desde el amor, podemos seguir procurando nuestra seguridad y actuar de forma sensata, sin enredarnos en nuestras propias historias, fantasías y proyecciones que tan sólo limitan nuestra vida y la calidad de nuestras relaciones.
La fuerza de la auto-expresión
Esta es la fuerza que nos permite mostrarnos de forma auténtica, genuina, sin preocupación por la aprobación de los demás. Es una fuerza que nos conecta con la claridad y la autoridad interior.
Esta fuerza, aunque podemos vincularla con más energías planetarias, en principio me hizo pensar en la energía de Leo.
Leo es el domicilio del Sol y el exilio de Saturno. Cuando actuamos desde la expresión sana solar, efectivamente nos mostramos tal cual somos, con la ligereza de un niño. Esa honestidad y la congruencia con lo que somos nos permite expresarnos con autoridad. Cuando actuamos desde el respeto ante lo que somos y lo que hacemos, así como ante los demás, no necesitamos la aprobación externa, pero aun así, la atraemos.
El enemigo de esa energía es nuevamente el exceso de Saturno. Si sentimos miedo, inseguridad, vergüenza y duda neurótica, eso fácilmente nos lleva a pensar y actuar de forma defensiva, desconfiada y retraída.
Otra vez, no se trata de que tengamos que ser el alma de la fiesta, ni de que toda la vida tengamos que estar bajo el reflector. Se trata de identificar las situaciones en que esas inseguridades y miedos nos frenan y nos impiden alcanzar nuestro potencial. O esos momentos en que proyectamos ese rechazo que sentimos hacia alguna parte de nosotros mismos, lo que nos impide conectar con otros y relacionarnos de forma satisfactoria.
Para conectar con la fuerza de la auto-expresión necesitamos trabajar con nuestra confianza, pero también con los miedos, resentimientos, dudas e ideas que nos limitan. Se trata de reconocer esas partes que no nos gustan de nosotros y aceptarlas.
Aceptarlas no quiere decir resignarnos a quedarnos ahí para siempre. Quiere decir que las vemos, que aceptamos que son parte de nosotros, de nuestra historia y de nuestro proceso de aprendizaje; que no nos avergonzamos de ellas, que las asumimos y que no les tenemos miedo, ni intentamos ocultarlas a toda costa.
No es que tengamos que compartir con todos nuestras partes más oscuras, pero sí que tenemos que perder el miedo a que alguien las descubra. Tenemos que perder el miedo a lo que somos y dejar de rechazar esas partes de nosotros que no se ajustan a las expectativas que tenemos sobre lo que deberíamos ser.
Tenemos que reconocer que ninguno de nuestros atributos individuales nos definen, pero que sí forman parte de lo que somos, y mientras más rápido los asumamos y nos reconciliemos con ellos, más rápido podremos vivir desde el respeto, la integridad, la autenticidad y la plenitud.
La fuerza de la gratitud
Esta fuerza también se conoce como la fuerza de «la fuente», ya que es a través de conectar con la gratitud, que podemos conectar con la fuente del universo que nos cuida, que nos da lo que necesitamos, que nos ama y que tiene el poder de disolver todo mal.
Esta fuerza nos ayuda cuando estamos llenos de preocupación, de auto-desprecio, de negatividad, de fatalismo o cuando nos sentimos solos, alienados o enojados con la vida.
Esta fuerza nuevamente me hizo pensar en la energía de Piscis, pero primariamente en la de Cáncer.
Cáncer es el domicilio de la Luna y la exaltación de Júpiter, así como el exilio de Saturno y la caída de Marte.
La energía de la Luna puede ser gentil, generosa, generativa, protectora, amorosa, receptiva, incluyente y tolerante. Pero finalmente es una energía reactiva, cíclica y cambiante, que puede tornarse destructiva. No sé si son cosas mías, pero al estar Cáncer en el Ascendente del Thema Mundi, relaciono mucho la energía de Cáncer con la de la Tierra.
La Tierra nos da todo lo que necesitamos y sólo nos pide que lo reconozcamos, que lo agradezcamos y que la cuidemos. Cuando así lo hacemos, podemos sentir su amor, su generosidad, su magia y su poder. Cuando no cuidamos a la Tierra, no es que ella venga a vengarse de nosotros, es que nosotros mismos estamos envenenando el agua que necesitamos para beber, para limpiarnos y refrescarnos; cuando envenenamos la tierra, envenenamos la fuente de la comida que necesitamos para alimentarnos y vulneramos el suelo que necesitamos para sostenernos; cuando envenenamos el aire, envenenamos el aire que necesitamos para respirar y que fluya nuestro aliento de vida; cuando envenenamos nuestro espíritu, impedimos que su espíritu fluya en nosotros. Y entre las patas nos llevamos a los seres no humanos que también habitan en esta Tierra.
Hacernos conscientes de todo lo que la Tierra y la vida nos da, nos permite conectar con el agradecimiento y desde el agradecimiento, la determinación de hacer lo que podamos para cuidar, para restablecer, para mejorar la situación que compartimos con el entorno y todo lo que en él habita. Acá veo una correlación con la Luna y con Júpiter.
Mientras más desconectados estamos del agradecimiento, más somos presas del exceso de Saturno y de Marte. Nos volvemos duros, desconfiados, maliciosos, egoístas, soberbios, excesivamente individualistas, paranoicos, violentos, destructivos. Nos quedamos rumiando en todo lo que está mal o enfocamos nuestra energía en “defendernos” o en estar atacando y buscando pelea. El mundo se vuelve gris y sólo vemos su dimensión hostil.
El agradecimiento permite que fluya el amor que hace que veamos más allá de todo lo que está mal, sintiéndonos agradecidos de todas las bendiciones que nos han sido dadas, de todo lo que está bien en el mundo y es digno de ser cuidado, nutrido, protegido y preservado. El agradecimiento nos da la fuerza para dejar de estar criticando todo lo que está mal y enfocar nuestra energía en crear, procurar y fortalecer todo lo que está bien. También nos ayuda a sentirnos más tranquilos, felices y conectados con las personas con las que nos relacionamos y nuestro entorno en general.
El agradecimiento también nos mantiene humildes, al reconocer que necesitamos de los demás y que estamos conectados con ellos, lo reconozcamos o no. Nos enseña que todo lo bueno que hay en nuestra vida, al menos en alguna medida, es producto de la generosidad de otras personas y de la gracia divina. Esto no quiere decir que nosotros no hayamos tenido un rol en lo bueno que nos pasa, sólo templa y modula la importancia que muchas veces nos damos a nosotros mismos.
La fuerza de la voluntad
Y por último, está la fuerza de la voluntad. A diferencia de la fuerza de la gratitud que nos hace reconocer todo lo que nos ha sido «dado» y cómo hay un montón de cosas que serían imposibles, empezando por la vida misma, de no ser por la gracia divina, la fuerza de la voluntad es una fuerza superior que sólo depende de nosotros mismos para ser desarrollada.
Esta es la fuerza que nos permite levantarnos de las caídas, seguir caminando ante la adversidad, mantenernos en el intento tanto cuando nos va mal, como cuando nos va bien y que nos permite desarrollar la disciplina para que el resto de las fuerzas puedan operar a través de nosotros.
La fuerza de la voluntad nos recuerda que el camino de integración de la totalidad de nosotros mismos es un camino de vida y que nunca podemos dejar de esforzarnos, de trabajarnos, de observar y ajustar según sea pertinente.
Esto no quiere decir que nunca podamos descansar o que la totalidad de nuestra experiencia tenga que estar enfocada en “ser mejores”, pero sí que en el momento en que dejamos de poner atención en lo que hacemos, es muy fácil recaer en patrones nocivos, o ser víctimas de nuestros puntos ciegos. También que nunca “terminamos”, sino que somos una obra en construcción durante toda la vida.
Esta fuerza la relaciono con Plutón y con Marte, por lo tanto, con la energía de Escorpio.
Escorpio es el domicilio de Marte, el exilio de Venus y la caída de la Luna. Lo que comentaba sobre la necesidad de salir de la zona de confort cuando hablaba de la fuerza del movimiento hacia adelante, acá se acentúa y se expresa con mayor fuerza y contundencia.
La disciplina implica determinación y la capacidad de ir más allá de las incomodidades, molestias o dolores temporales. Es a través de la voluntad que podemos desarrollarla.
La voluntad es conectar con nuestro poder personal, pero templarlo, disciplinarlo, ordenarlo, trabajarlo. Al desarrollar nuestra voluntad, que no nos está dada, sino que hay que construirla y fortalecerla, descubrimos que somos mucho más fuertes de lo que imaginábamos; que somos capaces de regenerarnos, de reinventarnos y de fortalecernos ante las circunstancias adversas.
Con esta fuerza superior descubrimos que los problemas no son obstáculos en nuestro camino, sino parte de nuestro camino y aprendemos a transmutarlos en sabiduría, en fortaleza y en humildad.
Con la fuerza de la voluntad descubrimos que mientras más nos trabajamos, más indestructibles nos volvemos, no porque nunca vayamos a quebrarnos, sino porque nos damos cuenta de que por más que nos quebremos, podemos recomponernos, reconstruirnos y levantarnos.
Descubrimos también que cuando aprendemos a ver las cosas difíciles que vivimos como oportunidades para aprender y para fortalecernos, se vuelve mucho más difícil quebrarnos, pues nos volvemos fuertes, pero flexibles; nos sabemos poderosos, pero nos mantenemos humildes; nos reconocemos agentes creadores de la realidad y aprendemos a vivir sin miedo, pues sabemos que podríamos perder todo lo que es externo, pero que nuestro espíritu es inquebrantable y que si así lo decidimos, nada puede robarnos nuestra humanidad y nuestra capacidad de crear nuevas realidades, de transformarnos y de transformar las condiciones externas.
Descubrimos que la adversidad es parte de la vida y que aunque está bien lamentarnos, una vez procesamos el luto, podemos volver a vivir desde el amor, la confianza y la plenitud.
Cierre
Y con esto concluímos esta exploración sobre las fuerzas superiores descritas en el libro «The Tools» y la forma en que las relaciono con ciertas sabidurías desde el punto de vista astrológico.
Estas fuerzas necesitan vivirse para comprenderse, ya que son algo que trasciende la explicación lógica, pero están ahí, listas para que conectemos con ellas o las desarrollemos y podamos así mejorar nuestra vida y ser personas que aportan sanidad al entorno en vez de más confusión.
Espero que hayas disfrutado esta lectura. Cuéntame si hay alguna fuerza con la que resuenes más o con la que sientas que necesitas conectar más. Será un placer escuchar o leer sobre tu experiencia con estas fuerzas.